Solemnidad de la Anunciación del Señor

Fiesta de la divinización del hombre

Una de las fiestas más bellas de la Iglesia es la Solemnidad del Anuncio del Ángel a la Virgen María y, por lo tanto, la concepción virginal de Jesús en María, que se celebra cada 25 de marzo. Nosotros en Vivere In, siguiendo la tradición de la Iglesia, La llamamos la fiesta de la divinización del hombre, porque recuerda el momento en que el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, encarnando y al habitar entre los hombres, divinizó toda la humanidad habiendo tomado y asumido totalmente la naturaleza humana. Con la encarnación del Verbo, “Dios se hizo hijo del hombre, para que el hombre se pudiera convertir en hijo de Dios” (San Ireneo). Un evento de gran alegría y profunda transformación de la humanidad por el don recibido. El hombre con la encarnación del Logos, de hecho, es asumida a una mayor dignidad, a la dignidad de un hijo de Dios. Creado a imagen de Dios, como dice la Escritura, con Jesucristo adquiere nueva capacidad para vivir la semejanza, vivir los mismos sentimientos de amor, la justicia, la verdad que Jesús vivió y enseñó.
En el misterio de la vida humana la encarnación de Cristo ha impresionado este nuevo impulso de la humanidad, de una humanidad divinizada. En un contexto actual que distrae y relativiza, en una cultura en la que prevalecen el individualismo y la fragmentación estamos llamados a considerar el valor sagrado de la dignidad de toda criatura humana, sin ninguna distinción. La recuperación de esta certeza es el impulso para viajar, también hoy un camino de nueva humanización, de renovada similitud.
Como María de Nazaret, una muchacha normal en su tiempo, se adhirió plenamente al plan de salvación en a la que se insertó con su inteligencia, su fe y su profunda intuición y se convirtió en un canal de gracia, así que nosotros también, hombres y mujeres de nuestro tiempo, somos llamados a intuir los caminos del bien, de la justicia, Amor necesario para todos nuestros hermanos y hermanas y para ponerlos en práctica valientemente en los surcos de nuestras historias personales, comunidad y social

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