Esperando por ti, Hijo de Dios
La barca de Pedro estaba amarrada a la orilla del mar cuando Jesús se volvió hacia él y le pidió que se alejara de la orilla para tener más espacio y hablar con la multitud que lo seguía con admiración. El entusiasmo de Pedro fue grandioso.
Ya había tenido la oportunidad de admirar al Maestro. Otros le habían hablado de él, fue su hermano Andrés quien le dijo que había conocido al Mesías esperado. Pedro escuchó con admiración al nuevo Maestro, que se diferenciaba de todos los demás maestros en su sabiduría, carácter y delicadeza. Lo conoció asistiendo a las sinagogas el sábado donde se reunió con sus hermanos para orar con ellos.
Cuando el Maestro, llegado de Nazaret, le dijo que echara las redes al otro lado, Pedro no dudó en contestarle con clara conciencia: “Estuvimos toda la noche pescando y no pescamos nada”. Sincera admisión de quiebra. Pero inmediatamente añadió: “Pero en tu palabra, volveré a pescar”.
Lo importante en la vida es encontrarse con el Maestro y no dudar en retomar el camino, incluso después de un claro fracaso. Quizás el equilibrio de nuestra vida sea la quiebra. Nuestro barco también está amarrado, cansado y soleado. Él, el Maestro, vino a salvar, ayudar, proteger, redimir sobre todo a los que no han podido o han sabido sacar nada.
Yo también, mi Señor Dios, reanudaré mi viaje siguiendo tus pasos.
Camino cuaresmal tomado de “Tras tus huellas Jesús de Nazaret” de Don Nicola Giordano – Edizioni VivereIn
