El tiempo parece apremiar y no darnos tregua mientras los acontecimientos nos sorprenden y nos dejan perdidos. Estamos asistiendo a la explosión, desde muchas partes del mundo, de divisiones, luchas, guerras junto a calamidades y acontecimientos extremos. Casi sentimos la impotencia y la ineficacia de cada palabra, de cada gesto. Surge la pregunta: ¿qué le está pasando a la humanidad en el tercer milenio? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es el futuro de nuestros hijos? Estas son las preguntas que nos acompañan en estos días mientras escuchamos las noticias de lo que sucede en nuestras fronteras.
¿Qué podemos hacer los cristianos del tercer milenio? ¿Cómo podemos pedirnos desde el Movimiento Vivere In, que, en estos días, en particular, vivamos la fiesta de la vida contemplativa del 15 de octubre, día en que la Iglesia recuerda a Santa Teresa de Ávila? Si la contemplación significa estar plenamente insertos en la realidad de hoy con una mirada llena de positividad y optimismo, si significa estar atravesados por la “pasión” por cada hombre con una mirada que va más allá del sufrimiento del momento presente, ¿qué esperanza podemos ofrecernos a nosotros mismos y a los que nos rodean?
Podemos y debemos ofrecer el mensaje que nos llega de la Palabra de Dios, que nos llega de la fe en Jesús hombre nuevo y que nos permite irradiar valentía y entusiasmo, entrega al prójimo y a Dios. Aunque tenemos la impresión de que Jesús duerme, siempre está con la humanidad, incluso en las olas de nuestro tiempo.
Podemos construir valientemente relaciones positivas con nuestro prójimo, sonreír a los que están tristes, extender una mano a los necesitados.
Podemos vivir la esperanza y ofrecer una esperanza que se compone de pequeños gestos de amor, solidaridad y comunión. La contemplación es ser plenamente humanos y profundamente hijos del único Padre que ama a todos sin distinción.
Podemos estar “delante de Dios por todos”, como escribió Edith Stein, y estar convencidos “de que todo lo que existe es un pequeño reflejo, un pequeño signo de amor ilimitado y belleza sin límites”, como escribió el padre Nicola Giordano.
¿Qué podemos hacer? “Prodúcete -escribía don Nicola en Contemplación dimensión de la vida, p. 141- una fuente muy abundante de serenidad, de confianza, de estabilidad, de equilibrio, de optimismo, de esperanza, de sonrisa, de alegría: frutos de ese abandono en los brazos del divino Amante que nos toma y nos transforma a su imagen total”