UN MENSAJE DE ESPERANZA SEGURA

15 de agosto

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al cielo

Fiesta de la Sacralidad Universal

El 15 de agosto, en pleno verano, la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de María al cielo. Esta fiesta mariana tiene sus raíces en las comunidades cristianas de los primeros siglos y es testimonio de la profunda devoción que los cristianos han tenido siempre hacia la Madre de Jesús, y que atravesó los siglos hasta la definición del misterio, que tuvo lugar en 1950 por Pío XII.

La Constitución Lumen Gentium se expresa así: “La Virgen inmaculada… terminado el curso de su vida terrena, fue asumida a la gloria celestial con su cuerpo y alma, y exaltada por el Señor como reina del universo” (L.G. 59).

La fe de que María fue asunta al cielo en cuerpo y alma, en realidad, no parece corresponder inmediato en nuestra vida, en nuestra experiencia y en nuestra mentalidad actual. Por otra parte no es fácil describir este tránsito de la Virgen María.

Mientras tanto, los cristianos creemos en ella. Creemos que es una promesa para nosotros. María resplandece “como signo de esperanza segura y consuelo para el pueblo de Dios en camino” (Lumen Gentium 68).

Para comprender la Asunción, decía Benedicto XVI, “hay que mirar a la Pascua, la grande misterio de nuestra Salvación, que marca el paso de Jesús a la gloria del Padre a través de la pasión, muerte y resurrección. María que engendró al Hijo de Dios en la carne es la criatura más inserta en este misterio, redimida desde el primer instante de su vida, asociada de una manera muy particular a la pasión y gloria de su Hijo. La Asunción al cielo de María es, por tanto, el misterio de la Pascua de Cristo plenamente realizado en ella, infinitamente unida a su Hijo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, plenamente conformada a Él. Pero la Asunción es una una realidad que nos toca también a nosotros, porque nos muestra nuestro destino de forma luminosa, el de la humanidad e historia En María contemplamos esa realidad de gloria a la que está llamada toda la Iglesia” (Angelus 15.08.2019).

No sabemos cómo y cuándo sucederá, pero estamos seguros de que, como ella, también llegaremos a la plenitud de nuestra existencia, que incluso nuestro cuerpo no caerá en el aire.

En efecto, no estamos destinados inexorablemente a la muerte, que inspira miedo y desesperación, sino a través de de ella participaremos en la nueva creación, en la recapitulación en Cristo, cuando sean nuevos todas las cosas (Ap 21).

Esta certeza pasa por María, verdadera estrella de esperanza que abre el camino a Jesús.

Ella fue la primera criatura que fue más allá de sí misma. Su Asunción es una señal segura para todos nosotros. Como ella, toda la creación en su misteriosa y fascinante evolución irá más allá de sí misma para llegar a la plenitud.

En la situación de la historia humana, vivida como un tormentoso viaje marítimo, hecho de dolor, sufrimiento, odio y divisiones necesitamos una luz de esperanza que nos haga capaces de vivir en armonía con los demás hombres, con todas las criaturas y con la naturaleza.

Necesitamos descubrir la obra maestra de Dios y la preciosidad de todas las cosas creadas. Todo lo merece respeto, cuidado, cuidado, amor. Todo merece una mirada contemplativa y amorosa.

María nos recuerda que estamos llamados a la sacralidad, a descubrir la sacralidad de cada vida, a respetar a cada hombre, signo vivo de la sabiduría divina.

Estamos llamados a tener la certeza de la presencia de Dios en nosotros, en la convicción de que somos proyectados hacia un futuro de bien, más allá de nuestras contradicciones y deserciones.

Con Vivere In estamos convencidos de la sacralidad universal y creemos en la realización del bien universal, más allá de los “sufrimientos del tiempo presente”.

Le pedimos a María la fuerza para superar todo desánimo y trabajar duro para actuar con nuestra fe y nuestro compromiso en el hoy de nuestra historia, la realización de bondad y armonía hacia todos.

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